domingo, 3 de abril de 2016

Cambio de ciclo

La Peña del Tigretón volvió a juntarse, como es tradicional en estas fechas, para homenajear al generoso mecenas que contribuye al sostenimiento de los mejores templos gastronómicos de la ciudad invitando a sus miembros. Fiel a su tradición de ir cerrando cualquier restaurante en el que se reúnen, la anterior sede del grupo bajó la persiana hace meses, tal y como recogió el discurso central de la cena en su frase inicial: “Hemos conseguido cerrar Casa Leopoldo”.

Poco duró la foto de nuestros aguerridos amigos en uno de los comedores de este mítico local. Pero siempre quedará para el recuerdo. Pero la Peña del Tigretón no es que tenga un gafe especial para cerrar locales. Es que Barcelona está cambiando, y los restaurantes entrañables que son del gusto de nuestros amigos no aguantan el empuje de la globalización económica. Los mercados se imponen, y cada vez hay menos autenticidad en la cocina catalana.

Pero a Rey muerto, Rey puesto. Era necesario encontrar una nueva sede para el encuentro anual en un restaurante de postín. Y el anfitrión decidió crear una comisión cuyos miembros aceptaron gustosos el sacrificio de probar las especialidades de los dos locales finalistas. Tras una dura pugna se escogió el lugar de encuentro, que mantendremos en secreto para evitar que sus propietarios teman por su cierre y prohíban la entrada a nuestra entrañable peña.

Estamos convencidos que ninguno de nuestros héroes jamás hubiera pensado en pedir en un restaurante unos pulpitos enanos salteados. Pero el elevado precio de la ración, y la voluntad de no mandar al generoso mecenas con una guitarra al metro para recaudar fondos para pagar la cuenta, motivó que más de uno mirara con deseo una especialidad que, seguramente, se olvidó a los cinco segundos de abandonar el local.

Lo más destacado del cambio de ciclo, del primer encuentro post-Casa Leopoldo, fue el abandono de la tradicional parada ante la placa del Noi del Sucre. La cosa queda clara: no estaba de camino hacia el nuevo restaurante, y la Peña del Tigretón solo puede desviarse de su trayectoria si hay en juego o manjares o destilados. No era el caso, así que el líder anarquista pasó a mejor vida. Por segunda vez. Pero el recuerdo por Doña Rosa estuvo presente.

Y es que esta dama de la gastronomía catalana siempre estará presente en los corazones de los miembros de la Peña del Tigretón. A pesar de las indirectas que la Doña del nuevo restaurante lanzó hacia la cocina del templo que sirvió de sede a nuestros amigos durante más de una década. Unas ‘indirectas’ disfrazadas de ‘elogios’. Pero nadie se molestó dado el gran nivel de los platos que fueron circulando por la mesa.

Los obsequios que recibió el homenajeado fueron modestos, pero lo que el anfitrión busca no es recibir dádivas, sino facilitar un brindis a la amistad y a la fundición de su VISA, por lo que todos fueron recibidos de buen grado. El reservado que acogió a la Peña se llenó de risas, vapores etílicos, aplausos diversos y brindis por doquier. Nadie se llevó la cubertería, y las botellas expuestas en la vitrina fueron respetadas. Se impuso el ‘seny’ sobre la ‘rauxa’.

Y eso que la ingesta de vino fue abundante, que culminó en una botella ‘magnum’ de la que también se dio buena cuenta. No sobró ni un cuscurro de pan, ni un decilitro de alcohol ni un pulpito enano salteado. Pero el fin de fiesta de la Peña del Tigretón, para hacer honor a su nombre, llega con los pastelitos ricos en colorantes y conservantes de la casa Bimbo. Este año faltaron los ‘Bonys’, pero los Donuts de chocolate hicieron un digno papel como teloneros.

Tras ‘sugerir’ a la casa el chupito que no ofrecieron de oficio, y tras ser ingerido, prosiguió la ingesta de bebidas espirituosas en un cercano bar popular. Y llegó el momento paleto de la noche, ya que uno de nuestros héroes, ojo avizor, detectó a los populares cómicos ‘Los Morancos’ en la puerta del local. El sector ‘selfie’ de la Peña salió corriendo para la foto de rigor con los famosos. Tras conseguirla, siguió la ingesta, los abrazos y, por fin, la despedida y cierre de otra velada inolvidable. La que sirvió para conmemorar las 45 primaveras de nuestro anfitrión.