lunes, 23 de mayo de 2022

De los cuernos de los astados, a los nudos marineros

Tras la espectacular celebración en el 2021 de las cinco décadas de nuestro mecenas gastronómico, en uno de los templos de la burguesía catalana, tocaba el ‘día después’ o, lo que es lo mismo, festejar sus cincuenta y una primaveras, porque la vida no se acaba y el brindar por los tiempos que han de venir ha de ser una constante en cualquier grupo de amiguetes que se precie. Y el ya tradicional espíritu de los viernes ha contagiado lo que antaño eran citas bimensuales para celebrar el aniversario de alguno de los miembros de nuestra peña.

El marco escogido fue otro clásico de la gastronomía barcelonesa, de aires universitarios – encajado entre dos campus y varios frankfurts de cervezas pre-durante-post clases – que recordaba al nuñismo nostálgico de algunos de los integrantes de nuestra peña del Tigretón: el Tritón. Un lugar con un parking curioso, un ambiente marinero entre clásico y rancio y un yantar de primera, con unos entrantes dignos de aplauso – el jamón y el rape rebozado eran de ovación y vuelta al ruedo – y unos segundos platos merecedores de aclamación popular.

Todo ello bien organizado por camareros de los de toda la vida, de los que se sienten orgullosos de su oficio y que no viven asqueados porque su auténtico propósito es ser actores del método y conseguir dos Óscars y tres Goyas, y esto de servir platos lo consideran rebajarse. Profesionales que saben que hacer felices a sus clientes es su obligación, no una carga, y que hacen que todo sea más fácil y deseemos volver.

Aunque en el ágape no estábamos todos, ya que hubo varias bajas, la velada transcurrió según los ritos ya establecidos en esta cita anual, en la que se brindó por los presentes y los ausentes. Aunque se echó de menos el tradicional juramento ante la placa del Noi del Sucre, costumbre que ha caído en desuso tras el cierre del templo taurino Casa Leopoldo, cubil habitual de nuestros corsarios del buen yantar, no faltaron los ya comentados brindis, los discursos emotivos – sobre todo el del ‘abogado’, siempre seguido del ‘que tengo aquí …’ – y la ingesta de bollería industrial de la casa Bimbo que, aunque no nos rejuvenece en años, si en espíritu.

Tras unos whiskys japoneses, y la incorporación tras los postres de uno de los ausentes que quiso homenajear, copa en mano, al protagonista de la velada, llegó el momento – tras el pago de la dolorosa por parte del anfitrión -- de abandonar este templo gastronómico en busca de un lugar en el que tomar la penúltima. Tras cosechar un cierto fracaso, dado que el restaurante era inmejorable en todo, menos en su ubicación, y tras los últimos juramentos por una amistad eterna, la peña del Tigretón se disolvió en la noche y se volvió a citar para el viernes, día mágico que garantiza la continuidad de la comisión de Fiestas y Saraos diversos entre farra y farra.