Tras la espectacular celebración en el 2021 de las cinco décadas de nuestro mecenas gastronómico, en uno de los templos de la burguesía catalana, tocaba el ‘día después’ o, lo que es lo mismo, festejar sus cincuenta y una primaveras, porque la vida no se acaba y el brindar por los tiempos que han de venir ha de ser una constante en cualquier grupo de amiguetes que se precie. Y el ya tradicional espíritu de los viernes ha contagiado lo que antaño eran citas bimensuales para celebrar el aniversario de alguno de los miembros de nuestra peña.
El marco escogido fue otro clásico de la gastronomía
barcelonesa, de aires universitarios – encajado entre dos campus y varios
frankfurts de cervezas pre-durante-post clases – que recordaba al nuñismo
nostálgico de algunos de los integrantes de nuestra peña del Tigretón: el
Tritón. Un lugar con un parking curioso, un ambiente marinero entre clásico y
rancio y un yantar de primera, con unos entrantes dignos de aplauso – el jamón
y el rape rebozado eran de ovación y vuelta al ruedo – y unos segundos platos
merecedores de aclamación popular.
Todo ello bien organizado por camareros de los de toda la
vida, de los que se sienten orgullosos de su oficio y que no viven asqueados
porque su auténtico propósito es ser actores del método y conseguir dos Óscars
y tres Goyas, y esto de servir platos lo consideran rebajarse. Profesionales
que saben que hacer felices a sus clientes es su obligación, no una carga, y
que hacen que todo sea más fácil y deseemos volver.
Aunque en el ágape no estábamos todos, ya que hubo varias
bajas, la velada transcurrió según los ritos ya establecidos en esta cita
anual, en la que se brindó por los presentes y los ausentes. Aunque se echó de
menos el tradicional juramento ante la placa del Noi del Sucre, costumbre que
ha caído en desuso tras el cierre del templo taurino Casa Leopoldo, cubil habitual de nuestros
corsarios del buen yantar, no faltaron los ya comentados brindis, los discursos
emotivos – sobre todo el del ‘abogado’, siempre seguido del ‘que tengo aquí …’ –
y la ingesta de bollería industrial de la casa Bimbo que, aunque no nos
rejuvenece en años, si en espíritu.
Tras unos whiskys japoneses, y la incorporación tras los
postres de uno de los ausentes que quiso homenajear, copa en mano, al
protagonista de la velada, llegó el momento – tras el pago de la dolorosa por
parte del anfitrión -- de abandonar este templo gastronómico en busca de un
lugar en el que tomar la penúltima. Tras cosechar un cierto fracaso, dado que
el restaurante era inmejorable en todo, menos en su ubicación, y tras los
últimos juramentos por una amistad eterna, la peña del Tigretón se disolvió en
la noche y se volvió a citar para el viernes, día mágico que garantiza la
continuidad de la comisión de Fiestas y Saraos diversos entre farra y farra.
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