martes, 24 de agosto de 2010

Pisa

Tengo un souvenir de Pisa, una pequeña torre inclinada de color rosa que costó sesenta céntimos. Los recuerdos horribles son deliciosos, y demuestran lo abyecto que es el ser humano, que busca lo más terrible para regalar a los seres queridos. En mi caso, por suerte, fue un autoobsequio. ¿Tan poco me quiero?

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