domingo, 21 de noviembre de 2010
Un picassiano ejemplar
En más de una ocasión os he hablado de la asamblea de majaras a la que me honro pertenecer, y que tres o cuatro veces al año se reúne para brindar por la amistad, disfrutar de unos buenos manjares y para crear interesantes teorías sobre el ser humano. Dentro de este selecto grupo hay un intelectual de guardia, nuestro picassiano particular, que el viernes por la noche fue objeto de homenaje por sus escasas primaveras cumplidas.
Nuestro hombre es un experto en cubismo. Según la Wikipedia – no esperarían que fuera más allá en mis investigaciones, que uno es, como buen ibérico, pelín perezoso - el cubismo “es considerado la primera vanguardia, ya que rompe con el último estatuto renacentista vigente a principios del siglo XX, la perspectiva. En los cuadros cubistas, desaparece la perspectiva tradicional”.
Por suerte, nuestro protagonista es un falso cubista, porque aunque disfrute de la desaparición de la perspectiva tradicional en las pinturas, no la cumple en cuanto a la concepción de la amistad y del buen comer. Y escogió uno de los sitios más tradicionales de Barcelona – el Asador de Aranda -, con un menú de lo más tradicional y sabroso – pica-pica, lechazo al horno, orujo y rosquillas – y nos invitó a disfrutar de un tradicional cóctel en la coctelería más tradicional de la todavía – espero que por poco tiempo – Hereu City, el Boadas.
Ocho seres, contando al homenajeado, vaciaron sus platos, las botellas de vino y los chupitos con licores diversos mientras recordaban pasadas victorias y futuras derrotas de la vida. Los brindis se sucedían entre chiste y chiste, y entre aplausos de admiración hacia las viandas disfrutadas. Pero tras dejar el templo castellano del buen lechazo, el grupo recibió un toque moral al descubrir que el cóctel del día en el Boadas era el “Pathetic”, que hacía honor a su nombre, y que sólo fue disfrutado por un valiente que se arrepintió a los cinco segundos de su elección. El resto optó entre el conservador Gin Tonic, el clásico Gin Fizz, un Mojito y un Bloody Mary. Todos magníficos.
Tras la adquisición por parte de dos elementos de unas enormes gafas estilo Pepe Gáfez, y tras los abrazos y despedidas de rigor, el comando irreductible, los tres que nunca fallan, se perdieron en la noche en busca del elixir de la eterna juventud, mientras el resto, derrotados por el cansancio y por las responsabilidades, se retiraron a sus hogares a meditar sobre todas las alegrías vividas en la velada, y en las que se vivirán en las próximas ediciones de la asamblea de majaras. Larga vida a nuestro picassiano particular y larga vida a este organismo absurdo e informal que sólo se reúne para tres de las más nobles actividades que puede ejercer el ser humano: engordar, emborracharse y alabar la amistad.
Nuestro hombre es un experto en cubismo. Según la Wikipedia – no esperarían que fuera más allá en mis investigaciones, que uno es, como buen ibérico, pelín perezoso - el cubismo “es considerado la primera vanguardia, ya que rompe con el último estatuto renacentista vigente a principios del siglo XX, la perspectiva. En los cuadros cubistas, desaparece la perspectiva tradicional”.
Por suerte, nuestro protagonista es un falso cubista, porque aunque disfrute de la desaparición de la perspectiva tradicional en las pinturas, no la cumple en cuanto a la concepción de la amistad y del buen comer. Y escogió uno de los sitios más tradicionales de Barcelona – el Asador de Aranda -, con un menú de lo más tradicional y sabroso – pica-pica, lechazo al horno, orujo y rosquillas – y nos invitó a disfrutar de un tradicional cóctel en la coctelería más tradicional de la todavía – espero que por poco tiempo – Hereu City, el Boadas.
Ocho seres, contando al homenajeado, vaciaron sus platos, las botellas de vino y los chupitos con licores diversos mientras recordaban pasadas victorias y futuras derrotas de la vida. Los brindis se sucedían entre chiste y chiste, y entre aplausos de admiración hacia las viandas disfrutadas. Pero tras dejar el templo castellano del buen lechazo, el grupo recibió un toque moral al descubrir que el cóctel del día en el Boadas era el “Pathetic”, que hacía honor a su nombre, y que sólo fue disfrutado por un valiente que se arrepintió a los cinco segundos de su elección. El resto optó entre el conservador Gin Tonic, el clásico Gin Fizz, un Mojito y un Bloody Mary. Todos magníficos.
Tras la adquisición por parte de dos elementos de unas enormes gafas estilo Pepe Gáfez, y tras los abrazos y despedidas de rigor, el comando irreductible, los tres que nunca fallan, se perdieron en la noche en busca del elixir de la eterna juventud, mientras el resto, derrotados por el cansancio y por las responsabilidades, se retiraron a sus hogares a meditar sobre todas las alegrías vividas en la velada, y en las que se vivirán en las próximas ediciones de la asamblea de majaras. Larga vida a nuestro picassiano particular y larga vida a este organismo absurdo e informal que sólo se reúne para tres de las más nobles actividades que puede ejercer el ser humano: engordar, emborracharse y alabar la amistad.
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