sábado, 29 de enero de 2011

Yo vi un culo en el “Speakeasy”

Podría decir que la velada en homenaje a la entrada de la cuarentena de Charly tuvo un protagonista claro: el mismo Charly. Pero no, la estrella de la noche fue un culo peludo que apareció en un reservado de un prestigioso restaurante barcelonés, como reivindicación del salvajismo ibérico sin domesticar. La raja, también peluda, de dicha parte menos noble de la anatomía humana, alojó durante un minuto la factura que indicaba un importe desmesurado para la cantidad de alimento y néctar ingerido, aunque se ha de reconocer que la calidad era bastante satisfactoria. No ponemos fotos, para evitar ser baneados de todos los restaurantes con clase de la Ciudad Condal.

Charly se merecía que sus amigos se reunieran alrededor suyo: él, para pensar que sus colegas le apoyaban en un momento tan importante de la vida, cuando ha dejado de ser un feliz “treintañero” para convertirse en un poco deseable “cuarentón”; y sus amigos para darle ánimos y asegurarle que a su provecta edad todavía es posible que se le levante sin grúa. Y escogió el “Speakeasy”, porque una ocasión así merecía un marco incomparable. Y bonito es. Y se come bien. Y son simpáticos. Y nos divertimos mucho.

Charly intentó moderar las ansias consumistas de la asamblea de majaras, para no salir desnudo con un barril, como si viniera de Las Vegas. Pero cuando semejantes elementos se juntan, no hay criterio, ni capacidad de discernir lo más conveniente. Sólo ansías de reír, comer y disfrutar de un buen vino. O dos. O tres. Y cayeron los platos, con unas tortillas de camarones estelares, un cabrito exquisito o un atún en tempura más que reseñable. El pan, maravilloso. Eso sí, aunque el mojito de maracuyá estaba muy rico, el bloody mary está a años luz del de Boadas. Aún hay clases.

El homenajeado recibió diversos obsequios para iniciar su nueva etapa con fuerza: destacó el cubo de pedos, la caja fuerte oculta en un libro falso made in Bazar Peking, el kit para convertirse en un buen convergent and unio boy o un ejemplar del número 1 de la prestigiosa revista “Sálvame”, que sin dura enriquecerá su espíritu. El instante más emotivo de la velada fue cuando el agente X demostró su amistad incondicional al escaparse breves instantes del hospital – un familiar muy querido no está pasando por sus mejores momentos – para abrazar a Charly, y luego volvió a apoyar a los suyos. Como ha de ser.

Tras el pago de la dolorosa, vino el momento de los cánticos regionales, la música popular y los gin-tonics low-cost en Can Joan, un clásico de la asamblea de majaras. Este humilde cronista, que parecía que tenía la regla, se resistió a tomar esos chupitos de más que tan bien me hubieran sentado. Uno, que está viviendo un momento de mucha acumulación de faena y a veces pierde la perspectiva de lo que es realmente importante: compartir el máximo de brindis con los buenos amigos.

Al final de la noche, el homenajeado flanqueado por dos valientes amigos se internaron en la noche barcelonesa, mientras los demás emprendimos la retirada. Charly, te mereces llegar a los cincuenta, y que sigas con tu buen humor...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mucho arte culinario en esa cena.