lunes, 24 de abril de 2023

¡Se acabó la crisis!

El pasado viernes, antevigilia de la fiesta de Sant Jordi, la peña del Tigretón, cuyo nombre oficial es el de "amiguetes" vivió el final de una época de crisis. La primera razón, porque tras los sucesivos menús en chinos de 13,50 euros -- café no incluido -- llegó la abundancia de un clásico de la zona alta de Barcelona, gracias a la generosidad y el patrocinio tradicional de uno de ellos. Había tanta hambre, y no precisamente en sentido figurado, que los camareros veían desaparecer los platos a la misma velocidad que eran servidos. Recordó cierto concurso de patatas bravas en un afamado local barcelonés, organizado hará tres décadas por algunos de los amiguetes, en el que los participantes robaban las raciones directamente de las bandejas de los camareros, sin que tuvieran tiempo de repartirlos.

La segunda razón del final de la "crisis" vino gracias a la magnífica llegada en vehículo con chófer de uno de los invitados, en plan starlette en el festival de Cannes, o de presidente autonómico anchovero de visita a La Moncloa. La llegada del automóvil por la calle interior hasta la puerta del prestigioso establecimiento, ante la mirada expectante de todos que se preguntaban quién sería, demostró que miserias las justas, y sí hay que tirar de chófer para llegar a tiempo, se tira de VISA. Hubo cierto alborozo al abrirse la puerta del vehículo y descubrir todos que el misterioso pasajero era uno de los amiguetes, pero se notaba cierta decepción en la mirada de todos por no ser el ocupante del coche una bella artista dispuesta a deslumbrar con su sonrisa (y lo que no es su sonrisa) a los asistentes. La tercera razón fue que uno de los amiguetes dejó atrás su etapa de inestabilidad laboral pasando a formar parte de la casta funcionarial y del "vuelva usted mañana".

Y la última razón del fin de la crisis fue que se cerró cierto período de zozobra que se abrió en el último gran ágape colectivo celebrado en un local ramblero, cuando la pesimista visión del futuro del grupo por uno de los pesos pesados de amiguetes introdujo en el ánimo cierta incertidumbre. El protagonista mostró que fue un momento de bajón causado por ciertas deficiencias gastronómicas, y que el momento cumbre que significaba estar en el restaurante Tritón -- nos vamos a permitir desvelar el nombre del local para ensalzar su magnífica carta --, suponía que las aguas habían vuelto a su cauce. Las penas con pan son menos, y con jamón del bueno, palmitos de primera, y productos del mar de primera calidad, aún con más motivo. Todo ello bien regado, cómo ha de ser, con buenos vinos y un gran cava.

En la vigilia estaba prevista un pleno de los amiguetes, pero al final el vicio y la enfermedad motivó que uno de los amiguetes no pudiera asistir, y otro llegara a los postres. Hay que destacar que uno de los amiguetes, tocado por una reciente visita médica, asistió y dejó bien alto el pabellón. Tras unos buenos postres, con el complemento siempre imprescindible de la bollería industrial que da nombre al grupo, llegó el momento de las reflexiones, los discursos, la entrega de regalos, los brindis y, sobre todo, de las siguientes convocatorias, quedando medio apalabrada una mariscada que tendrá que concretarse en las próximas semanas, en homenaje al medio siglo de existencia de uno de los amiguetes.

Como es costumbre en el grupo, se apuró la conversación hasta el final, siendo los últimos comensales en abandonar este templo barcelonés de la gastronomía, y tras una breve charla, y un posterior paseo, los amiguetes se fueron disgregando por la noche barcelonesa, en la búsqueda de sus respectivos hogares.

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