La tradicional quedada gastronómico-gorreo-generosa de la primavera de Amiguetes volvió a producirse en el barcelonés restaurante Tritón, templo del buen yantar y, sobre todo, apreciado por el buen hacer de su personal y por su magnífica terraza en la que uno puede fumar, beber y charlar tranquilamente sin temor a que la autoridad competente tan tendente a amargar la vida al honrado ciudadano. En la previa, destacó, como es norma desde que el Tritón acoge estos encuentros la llegada, en plan Isabel Pantoja, de uno de los amiguetes, llegando en taxi hasta la puerta del tranquilo local mientras una comitiva le daba la bienvenida. A falta de ramo de flores, no faltó un buen ramillete de parabienes, bien merecidos.
Otro de los amiguetes llegó tarde por un compromiso escolar-familiar, pero la solidaridad del resto del grupo le llevó a reservarle un 'plato mixto', en homenaje a la mítica ración del Bar Tomás en el que hay un poco de todo y que sirve para hacerse una composición del lugar. La conversación fue animada y tuvo como eje una visita de varios Amiguetes al Vaticano durante su juventud con cardenales de por medio, y con un final agradable, que no es lo mismo que un final feliz.
La comida, como siempre, excelente. Aunque se notó un cambio de tendencia no se sabe si fruto de la casualidad o vaya a usté a saber qué: el pescado se impuso sobre la carne. No debería de extrañar en un restaurante llamado "Tritón" y cuya decoración es marinera, pero el grupo vikingo conocido como "Amiguetes" gustaba más de devorar vacas asadas y tiernos corderitos al horno. ¿Casualidad? ¿Cambio de ciclo? ¿Un inicio de primavera demasiado cargado de banquetes por parte de cada uno de los comensales? El tiempo dirá...
Queda claro que no había una voluntad de iniciar ese día la 'operación bikini', porque la teórica ligereza del pescado se vio rápidamente compensada por un aluvión de coca de Llavaneres, pasteles de manzana y los imprescindibles tigretones, panteras rosas y bonys. Los michelines de cada uno de los Amiguetes respiraron aliviados al ver qué no había ninguna conspiración en contra de ellos. Tras los cafeses y carajillos llegó el turno de disfrutar de la terraza, entre puros, puritos y combinados de todo tipo.
Lo que había sido una comida animada comenzó a torcerse tras caer en el abismo de hablar sobre vacunas y el covid. Ante el temor de acabar hablando sobre marcas de pañales la velada remontó con una charla sobre un DJ surfero cuya trayectoria vital es un ejemplo para todos aquellos que aspiran a ser vividores zen. Su historia como animador de la noche barcelonesa, buscador de olas y sabio en su madurez, y un debate social-sindical sobre las condiciones laborales del personal de limpieza del hogar, y sus complementos extrasalariales, entusiasmó a la concurrencia que brindó por la amistad, por la generosidad del anfitrión y por repetir estos encuentros durante muchos años. Tantos como la cartera del invitador le permita.
Tras el abandono del local, y tras los abrazos y despedidas, parte del grupo prosiguió la velada entre cervezas, coca-colas y algún que otro bourbon en un bar honesto de los que que te sirven combinados a precios razonables y te permiten tomártelos tranquilamente hasta rozar las tres de la madrugada. Fue un epílogo tranquilo a una jornada inolvidable. Los años pasan, pero las buenas costumbres se mantienen, y es que Amiguetes es, ante todo, un grupo de personas que gustan de disfrutar de lo invariable: la amistad, el compañerismo y el que te inviten a comer.