domingo, 15 de junio de 2008
Fiesta sorpresa
Mi querida señora, con la complicidad de las dos familias, me obsequió con una fiesta sorpresa por mis esplendorosos cuarenta años en la que los productos DIA fueron la estrella. Algo me olí cuando volviendo a casa del Carrefour con un montón de bolsas en el coche ante mis comentarios de “estoy lleno de caca, voy a arrasar el lavabo cuando llegue”, ella no hacía más que partirse el culo. En fin, abrí la puerta del comedor con un pack de seis bricks de leche en una mano y seis botellas de agua con gas en la otra, y me encontré que está lleno de seres humanos que desean homenajearme y darme maravillosos regalos mientras se zampan el generoso buffet que les prepararon. Gracias a todos los que acudieron, y a los que no pudieron asistir pero deseaban hacerlo y a los que les hubiera gustado venir, pero la comisión organizadora no tenía el teléfono. Porque todo se hizo de manera sigilosa y no me enteré hasta el final.
Por si los invitados hubieran hecho algo a lo largo de su vida que me hubiera podido molestar, me vengué cruelmente poniéndoles bellas melodías de El Fary, Fernando Esteso y Estopa. Pero no captaron mi crueldad y siguieron bebiendo y charlando relajadamente. Es lo que tiene ser tan sútil como servidora, que al final nadie te capta. Tras acumular los obsequios me dediqué a la conversación y a seguir ganando peso. No sé si mi charla interesó a nadie, pero lo que engullí hizo las delicias de mis cada día más abundantes michelines. Mi monstruito, alias Blanca, no entendía nada a sus once meses de vida, pero miraba a todos los seres humanos allí apiñados con mucha curiosidad. La gente fue huyendo poco a poco y al final quedamos en un mano a mano Laia, Cinta, Jordi y servidora. A las tres y media de la madrugada pasadas levantamos el campamento, y tras realizar esa gran cagada que deseaba desde las siete de la tarde mientras leía uno de los cómics que acaparé, me abracé a Laia y al jamón que conseguí y me dormí.
Por si los invitados hubieran hecho algo a lo largo de su vida que me hubiera podido molestar, me vengué cruelmente poniéndoles bellas melodías de El Fary, Fernando Esteso y Estopa. Pero no captaron mi crueldad y siguieron bebiendo y charlando relajadamente. Es lo que tiene ser tan sútil como servidora, que al final nadie te capta. Tras acumular los obsequios me dediqué a la conversación y a seguir ganando peso. No sé si mi charla interesó a nadie, pero lo que engullí hizo las delicias de mis cada día más abundantes michelines. Mi monstruito, alias Blanca, no entendía nada a sus once meses de vida, pero miraba a todos los seres humanos allí apiñados con mucha curiosidad. La gente fue huyendo poco a poco y al final quedamos en un mano a mano Laia, Cinta, Jordi y servidora. A las tres y media de la madrugada pasadas levantamos el campamento, y tras realizar esa gran cagada que deseaba desde las siete de la tarde mientras leía uno de los cómics que acaparé, me abracé a Laia y al jamón que conseguí y me dormí.
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