miércoles, 7 de enero de 2009
Un gran artículo
En vez de torturaros con un escrito mío, hoy os voy a hacer un regalo, un magnífico artículo de Antonio Galote, un periodista lúcido:
¿Y la izquierda?
Es sorprendente la ausencia total de la izquierda de un escenario caracterizado por una crisis -otra- provocada por la propia naturaleza del sistema dominante. La izquierda no es que no esté actuando, es que ni siquiera está siendo capaz de racionalizar la situación y de explicarla.
La izquierda no sólo no plantea alternativa alguna ante la evidencia de los abusos de todo orden perpetrados por quienes controlan el poder económico, sino que ni siquiera parece haber entendido qué es lo que está ocurriendo.
El sistema económico vigente está basado en la creación periódica de burbujas que, mientras duran, producen unos altísimos beneficios financieros. Cuando las burbujas van estallando, los gobiernos -unos simples empleados de los gestores del sistema- acuden en ayuda de los promotores de las burbujas y evitan su hundimiento.
Naturalmente, esas burbujas se inflan con altos endeudamientos garantizados por unos títulos que no valen nada. Cuando todo estalla, son esos títulos falsos, esos papeles mojados, los productos que compran los gobiernos. Es una forma más de proporcionar un disfraz supuestamente legal a la entrega masiva de dinero a los defraudadores, a los ladrones.
Con esos miles de millones, estos colectivos de especuladores preparan ya la próxima burbuja, y el proceso se inicia de nuevo. Más o menos, esto es lo que suele ser presentado como el esquema de las crisis cíclicas del capitalismo. Pero no son crisis cíclicas, es la propia esencia del sistema. Funciona así.
Las víctimas de los estallidos de las burbujas, de los títulos falsos, de los altísimos beneficios, de las fraudulentas especulaciones, son los de siempre, los que no tienen recursos para participar en los rendimientos financieros de estas burbujas.
A veces, para que pueda inyectarse más capital en las burbujas, se convence al pequeño ahorrador para que participe. Es lo que se ha llamado el capitalismo popular. Esto acaba como ha acabado en esta crisis, con gigantescas pérdidas, con planes de pensiones esfumados y con las manos vacías. Y a esta gente no le ayudan los gobiernos.
Como tampoco ayudan a los millones de parados y a los segmentos de población, cada vez más extensos, que quedan fuera de todo tipo de cobertura del llamado Estado de bienestar. Es decir, los que no pueden ni siquiera recibir esa limosna que da el sistema para evitar que la miseria pueda convertirse en actos, en hechos, en acción.
Ante todo esto, que, por lo demás, no es históricamente novedoso, que es un déjà vu, ¿dónde está la izquierda? ¿Por qué no es capaz ni de teorizar lo que ocurre? ¿Tiene alternativas? ¿Tiene capacidad de análisis? Tal vez estas preguntas no tengan respuesta, y el problema que haya que plantearse es si realmente hay izquierda.
Y no parece que la haya. Porque, en principio, debería ser relativamente fácil elaborar una réplica alternativa a estos empleados de los banqueros que son Sarkozy, Brown, Durao Barroso, Merkel o Zapatero, entre otros. Porque la altura intelectual de estos burócratas es mínima. Esta gente son funcionarios de partidos que se limita a obedecer a los gestores de los bancos y de las grandes corporaciones.
¿Obama? Obama ha ganado las elecciones después de ponerse al servicio de Tel Aviv y de los lobbies sionistas, de los especuladores de Wall Street y de los magnates de la poderosa industria automovilística. Así lo reflejan sus promesas a estos sectores y su silencio cómplice ante la matanza de Gaza.
Cuando esta inquietante realidad ha dejado más claro que nunca que los Estados y sus gobiernos son simples terminales de las grandes corporaciones financieras e industriales, el silencio de la izquierda dibuja un futuro aún más preocupante. Probablemente, la izquierda no habla porque no tiene nada que decir. Y si no tiene nada que decir, es que no existe.
¿Y la izquierda?
Es sorprendente la ausencia total de la izquierda de un escenario caracterizado por una crisis -otra- provocada por la propia naturaleza del sistema dominante. La izquierda no es que no esté actuando, es que ni siquiera está siendo capaz de racionalizar la situación y de explicarla.
La izquierda no sólo no plantea alternativa alguna ante la evidencia de los abusos de todo orden perpetrados por quienes controlan el poder económico, sino que ni siquiera parece haber entendido qué es lo que está ocurriendo.
El sistema económico vigente está basado en la creación periódica de burbujas que, mientras duran, producen unos altísimos beneficios financieros. Cuando las burbujas van estallando, los gobiernos -unos simples empleados de los gestores del sistema- acuden en ayuda de los promotores de las burbujas y evitan su hundimiento.
Naturalmente, esas burbujas se inflan con altos endeudamientos garantizados por unos títulos que no valen nada. Cuando todo estalla, son esos títulos falsos, esos papeles mojados, los productos que compran los gobiernos. Es una forma más de proporcionar un disfraz supuestamente legal a la entrega masiva de dinero a los defraudadores, a los ladrones.
Con esos miles de millones, estos colectivos de especuladores preparan ya la próxima burbuja, y el proceso se inicia de nuevo. Más o menos, esto es lo que suele ser presentado como el esquema de las crisis cíclicas del capitalismo. Pero no son crisis cíclicas, es la propia esencia del sistema. Funciona así.
Las víctimas de los estallidos de las burbujas, de los títulos falsos, de los altísimos beneficios, de las fraudulentas especulaciones, son los de siempre, los que no tienen recursos para participar en los rendimientos financieros de estas burbujas.
A veces, para que pueda inyectarse más capital en las burbujas, se convence al pequeño ahorrador para que participe. Es lo que se ha llamado el capitalismo popular. Esto acaba como ha acabado en esta crisis, con gigantescas pérdidas, con planes de pensiones esfumados y con las manos vacías. Y a esta gente no le ayudan los gobiernos.
Como tampoco ayudan a los millones de parados y a los segmentos de población, cada vez más extensos, que quedan fuera de todo tipo de cobertura del llamado Estado de bienestar. Es decir, los que no pueden ni siquiera recibir esa limosna que da el sistema para evitar que la miseria pueda convertirse en actos, en hechos, en acción.
Ante todo esto, que, por lo demás, no es históricamente novedoso, que es un déjà vu, ¿dónde está la izquierda? ¿Por qué no es capaz ni de teorizar lo que ocurre? ¿Tiene alternativas? ¿Tiene capacidad de análisis? Tal vez estas preguntas no tengan respuesta, y el problema que haya que plantearse es si realmente hay izquierda.
Y no parece que la haya. Porque, en principio, debería ser relativamente fácil elaborar una réplica alternativa a estos empleados de los banqueros que son Sarkozy, Brown, Durao Barroso, Merkel o Zapatero, entre otros. Porque la altura intelectual de estos burócratas es mínima. Esta gente son funcionarios de partidos que se limita a obedecer a los gestores de los bancos y de las grandes corporaciones.
¿Obama? Obama ha ganado las elecciones después de ponerse al servicio de Tel Aviv y de los lobbies sionistas, de los especuladores de Wall Street y de los magnates de la poderosa industria automovilística. Así lo reflejan sus promesas a estos sectores y su silencio cómplice ante la matanza de Gaza.
Cuando esta inquietante realidad ha dejado más claro que nunca que los Estados y sus gobiernos son simples terminales de las grandes corporaciones financieras e industriales, el silencio de la izquierda dibuja un futuro aún más preocupante. Probablemente, la izquierda no habla porque no tiene nada que decir. Y si no tiene nada que decir, es que no existe.
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2 comentarios:
La izquierda hace tiempo que dejó de existir. A los líderes sindicalistas ahora les encanta ser recibidos en Moncloa y hacerse la foto. Hasta se les ve más gordos y visten mejor. Se nota que la vida les sonríe. Nadie se cuestiona a día de hoy ni huelgas generales ni protestas, en uno de los peores momentos para los trabajadores, aunque sea por dar un toque a los políticos. Lo llaman responsabilidad, yo lo llamo venderse al mejor postor.
A nivel internacional el panorama izquierdista es aun más desolador. Castro y su pijama se arrastran hacia un fin próximo mientras en su país no saben qué escribir, acostumbrados al dictado. Chavez sigue gritando eslóganes y actuando como un fascista de ultraderecha. Y ya está, hasta aquí la izquierda. La derecha y el capitalismo se ríe en su cara, porque sabe que en cualquier momento puede comprar a quien sea y acabar con cualquier conato de rebeldía rojilla.
Pero no se preocupen, que no la habrá, no les va a costar ni un duro.
Pues sí... les va a salir gratis la cosa, con estos sindicatos subvencionados y esta izquierda más preocupada del reciclaje que otra cosa...
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