sábado, 28 de marzo de 2009

La teoría del “bajonazo”

Cuando llega esta época del año es tiempo de flores, de oír cantar a los pajaritos, de picores diversos y de comer en Casa Leopoldo por gentileza de Yosu, ese mecenas de nuestros estómagos que insiste año tras año en malgastar sus caudales alimentando a sus amigos. La excusa es que cumple años, y que seguimos viéndonos a pesar del tiempo transcurrido a pesar que los michelines, los claros cabelludos y la decadencia física invitaría a buscar compañías más agradables para compensar. Pero el espíritu de la amistad, y las ganas de comer de gorra, nos mantienen unidos.

La noche comenzó con fuerza, ya que a servidor de ustedes le mangaron la cutre-maletilla en el mítico bar Nuria. El yonqui que se la llevó habrá disfrutado de un cuantioso botín consistente en un diario AS, un ejemplar atrasado del International Herald Tribune, dos sobres de azúcar pispados en alguna cafetería de mala muerte, un chicle roñoso, dos servilletas de papel de Mc Donald’s, un móvil tronado apagado sin batería, un DVD perico y una libreta con infinidad de anotaciones tan interesantes como las declaraciones de algunos próceres espanyolistas sobre como nos vamos a salvar tras una gloriosa remontada. Vamos, que hizo el robo de su vida.

El comando Torrente, integrado por M.M y myself, fuimos mirando por algunas papeleras de Las Ramblas por si dicho yonqui hubiera decidido deshacerse de su botín tras comprobar que había hecho el primo. Descubrimos tres cosas:

a) Que será yonqui, pero no gilipollas.
b) Que la gente que va por Las Ramblas come demasiada comida basura.
c) Que la subsaharianas que han montado su consultorio del amor en esta popular calle no tiran los condones – por suerte – a dichas papeleras.

Tras el enésimo fracaso de nuestras vidas, nos encaminamos hacia Casa Leopoldo, para reponer fuerzas y homenajear al homenajeado. Tras unos entrantes de calidad superior – esos rossinyols, esas tallarinas, esos míticos calamares y ese tradicional jamón – llegó el rodaballo, que superó nuestras expectativas. Por un día dejé los productos Lidl y Dia y probé algo no salido de un sobre. Espero no mutar por la falta de costumbre, aunque me ha salido algo abajo que me cuelga y que es más grande de lo habitual.

Los brindis y los cánticos por la amistad se sucedían, y como es tradicional se expuso la teoría anual, que marca la conversación durante el ágape. Esta vez le tocó el turno a Yosu, que expuso su muy aplaudida “Teoría del bajonazo”, que consiste en reconocer que a veces no se puede ser exigente con el trabajo, y que hay que sacar las cosas de cualquier manera, y sacártelas de encima, aunque sea a costa de la calidad en los procedimientos y en el resultado final. No siempre tienes el cuerpo para ser cien por cien responsable, y has de primar la efectividad y la tranquilidad de espíritu que da dejar cerrado un tema, sobre la profesionalidad.

Tras un debate interesante, sobre todo porque el alcohol alegraba los intercambios de puntos de vista, llegó desde la Catalunya Sud – hay que estar acorde con los tiempos, a ver si nos cae algo – el Comando Vinaròs a la parte final del ágape. Tras los abrazos por el reencuentro con el amigo venido desde lares tan lejanos – el resto lo máximo que hicimos fue coger el metro para llegar – llegaron los brindis por el gran José Tomás, las conspiraciones y negociaciones para conseguir localidades, los “tortells” y el momento culminante de la noche, la entrega del obsequio definitivo a Yosu.

El gran objetivo que nos marcamos el año pasado fue el “tocar cuixa”, el ascender al Olimpo del poder acercándonos de manera rastrera a los políticos para medrar. Como esta meta no se acabó de cumplir, debido a nuestro – todavía queda un mínimo – pudor intelectual, todos sus amigos decidimos regalar al homenajeado el símbolo máximo del “tocar cuixa”: el maletín. Un maletín adquirido en un chino, y que tenemos la sospecha que es de auténtica piel de disidente. En su interior, el contenido más preciado. ¿Billetes de 500 euros? No. ¿Lingotes? No. ¿Carnets del PSC? Tampoco. Un sabroso cargamento de Panteras Rosas, Bonys, Tigretones y Rosquillas Homer fueron el colofón al ágape, porque Yosu decidió alimentarnos no sólo con los manjares de este templo gastronómico y taurino – inmenso el cartel de “grandes corridas” si la autoridad lo permite -, y compartió sus tesoros con nosotros.

C.V estuvo más bien callado, pero el buen humor de L.S, y las anécdotas de E.V, remataron la primera parte de la velada. Tras liquidar los puritos, los carajillos y el chupito, encontré el único fallo de la noche. Yosu no disfrutó de su tradicional copa de Chinchón, el licor que marca la categoría de un restaurante, fue una tradición no cumplida. Disculpado queda, porque el consumo de todo tipo de sustancias alimenticias y espirituosas fue generoso, y las costumbres están para romperlas. Tras salir del restaurante, se produjo la primera baja y encaminamos nuestros pasos hacia el Marmalade, una especie de local fashion lleno de sofás que decidimos que no era nuestro ambiente. No podíamos pasar de la leche de pantera a la luz indirecta así como así.

Alguien del grupo sugirió la discoteca Trauma como un digno final para nuestra velada. Y aceptamos. Parada previa en una pulpería para tomar una cañita previa, y tras ser clavados con dieciséis euros por entrar en un local que debería sobornar a los clientes para que se dignaran traspasar sus puertas. Tras disfrutar de una copa, de la música tipo “El tiburón se la llevó” y Bustamantes diversos y del personal del local – fauna que merecería un estudio aparte – servidor se retiró y dejé que otros quemasen la noche...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El rodaballo te da alas, cronista! Charly

Anónimo dijo...

Nunca un nombre estuvo tan acertado... Trauma... Que es lo que me ha pasado al salir de marcha y encontrarme en el local a las compañeras de partida de domino de mi agüela....
Un capon!
LS