lunes, 18 de septiembre de 2006

La Oreja de Van Gogh

El sábado por la noche fui al concierto de La Oreja de Van Gogh en el Palau Sant Jordi. Conclusiones:

1)No entiendo como no te dejan entrar botellas de agua con tapón, y en cambio puedes comprar dentro del recinto veinte vasos de medio litro de cerveza con alcohol. ¿Qué es más peligroso, una adolescente con su botellita, o un tipejo como yo que se meta entre pecho y espalda quince “cañas”?

2)La cerveza estaba de puta madre, fresquita y de ración generosa. Al final será más interesante ir a los conciertos que a los partidos de fútbol.

3)¿Por qué hay seres que compran entrada de asiento si lo que desean es estar todo el rato de pie dando botes? ¿Por qué no se meten abajo y se hinchan de bailar?

4)¿Por qué la gente se gasta la pasta en ridículos cacharros tipo linternita con flecos cuando lo pueden invertir en bocatas y birra? ¿No saben que ese chisme dejará de funcionar a las tres horas y quince minutos de ser adquirido?

5)¿Por qué los lavabos en un concierto de quince mil tíos están más limpios que en el 97 % de las gasolineras del país? ¿Qué milagro se produce?

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