jueves, 1 de marzo de 2007
El desván de los placeres
Hace unos días tuve una experiencia en la tercera fase: un par de amigos me llevaron a comer a una especie de desván, con objetos colgados del techo, papiros de Marco y Amedio en las paredes, libros llenos de polvo por todas partes, cuadros de lo más curioso y una radio de la época dorada de Matías Prats (padre). La comida, abundante, los embutidos, generosos y el whisky no se racionaba. No puedo revelar la ubicación de este templo secreto gastronómico, porque soy controlado por algunos de sus habituales que se niega a compartir su sede con el resto de los mortales...
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