miércoles, 17 de agosto de 2005
The Barbecue
Las ya clásicas melodías de Georgie Dann invaden las mentes de los seres masculinos de esta parte del planeta cuando llegan las calores, y nos incitan a hacer cosas que en circunstancias normales también haríamos, pero de manera más lamentable.
Primera semana de agosto. Barcelona city. Zona alta. Un grupo de especimenes de la subespecie "machus mediterraneum versionum catalanum 6.9" deciden que podía ser divertido hacer una barbacoa en la terraza de (llamémosle) José Antonio, aprovechando que sus progenitores le dejaban el campo libre por estar lejos... muy lejos... José Antonio invita a sus (presuntos) amigos, que le proveen de alcoholes de gran calidad (eso no se les pueda reprochar, que vino, que limoncello...) a cambio de la promesa del paraíso hecha carne a la brasa. Los más previsores se vistieron a tono para la ocasión, con camisetas dignas de un vendedor de La Farola, y otros vinieron con camisa y zapatos... grave error que acabarían pagando muy caro.
El que se autonombró chef, y que realmente mostró que sabe lo que es el fuego (de carbón... del otro mejor no hablamos), con la complicidad de todos los otros seres (excepto José Antonio), se dedicó a ahumar el interior de la casa para que los anfitriones pudieran rememorar en los próximos meses tan memorable acontecimiento. Ante la falta de la "cassete" con la música del mítico Georgie, y ante la tardanza en hacerse las brasas, todos ellos, incluido este cronista, cantamos a voz en grito, sin que los vecinos nos apedrearan "La barbacoa, la barbacoa". El "Mami que será lo que tiene el negro no lo entonamos", porque todos éramos muy pero que muy heterosexuales, pero uno de los invitados, que llevó una peluca rubia, lucía muy bella con ella, y esa melodía podía generar una pasión de gavilanes con efectos nefandos...
La única mujer de la fiesta (de verdad... sin necesidad de pelucas rubias), obviamente venía acompañada, y se demostró como una gran experta en frikismo, ante el asombro de este cronista: tras darme un repaso intelectual por su gran superioridad en conocimientos, tuve que reconocer su superioridad moral y de sapiencia. Mientras las botellas de buen vino navarro y de Lambrusco iban cayendo, y la carne desaparecía, aumentaba el tono de los relatos, y aprovechando que la dama mencionada (la de los cromosomas correctos) abandonó la barbecue, se produjo una competición entre el resto de invitados para ver quien enseñaba el trasero con menos gracia. Tuve mis opciones, pero perdí.
Tras un relato de hora y pico por parte del señor Y sobre sus andanzas y las de José Antonio por Budapest la Nuit y sus whiskerias (aderezado con whiskazos con cola), y tras ser bañados generosamente por el anfitrión a golpe de manguera por nuestros gritos rituales que amenazaban con despertar a todo el vecindario, unos nos retiramos y otros decidieron visitar el mítico N.A.
Sólo un pero a la noche: Lástima que el de la peluca rubia corriera tanto... todos lo miramos con deseo!
P.D: Me dejé dos aspectos clave: es cierto que me quedé corto en cuant0 al relato de consumo etílico y nicotílico (gracias Yosu), sólo seguía las normas del Ministerio de Sanidad y Consumo en cuanto a publicidad de este tipo de sustancias (de nada, Zapa). Y algo imperdonable: en un momento dado, un coro de recias voces masculinas entonó diversas melodías legionarias debido a que alguien nos engañó y la carne no era de cordero, sino de cabra. Esperemos que los aguerridos militares no nos persigan por habernos comido su mascota.
Primera semana de agosto. Barcelona city. Zona alta. Un grupo de especimenes de la subespecie "machus mediterraneum versionum catalanum 6.9" deciden que podía ser divertido hacer una barbacoa en la terraza de (llamémosle) José Antonio, aprovechando que sus progenitores le dejaban el campo libre por estar lejos... muy lejos... José Antonio invita a sus (presuntos) amigos, que le proveen de alcoholes de gran calidad (eso no se les pueda reprochar, que vino, que limoncello...) a cambio de la promesa del paraíso hecha carne a la brasa. Los más previsores se vistieron a tono para la ocasión, con camisetas dignas de un vendedor de La Farola, y otros vinieron con camisa y zapatos... grave error que acabarían pagando muy caro.
El que se autonombró chef, y que realmente mostró que sabe lo que es el fuego (de carbón... del otro mejor no hablamos), con la complicidad de todos los otros seres (excepto José Antonio), se dedicó a ahumar el interior de la casa para que los anfitriones pudieran rememorar en los próximos meses tan memorable acontecimiento. Ante la falta de la "cassete" con la música del mítico Georgie, y ante la tardanza en hacerse las brasas, todos ellos, incluido este cronista, cantamos a voz en grito, sin que los vecinos nos apedrearan "La barbacoa, la barbacoa". El "Mami que será lo que tiene el negro no lo entonamos", porque todos éramos muy pero que muy heterosexuales, pero uno de los invitados, que llevó una peluca rubia, lucía muy bella con ella, y esa melodía podía generar una pasión de gavilanes con efectos nefandos...
La única mujer de la fiesta (de verdad... sin necesidad de pelucas rubias), obviamente venía acompañada, y se demostró como una gran experta en frikismo, ante el asombro de este cronista: tras darme un repaso intelectual por su gran superioridad en conocimientos, tuve que reconocer su superioridad moral y de sapiencia. Mientras las botellas de buen vino navarro y de Lambrusco iban cayendo, y la carne desaparecía, aumentaba el tono de los relatos, y aprovechando que la dama mencionada (la de los cromosomas correctos) abandonó la barbecue, se produjo una competición entre el resto de invitados para ver quien enseñaba el trasero con menos gracia. Tuve mis opciones, pero perdí.
Tras un relato de hora y pico por parte del señor Y sobre sus andanzas y las de José Antonio por Budapest la Nuit y sus whiskerias (aderezado con whiskazos con cola), y tras ser bañados generosamente por el anfitrión a golpe de manguera por nuestros gritos rituales que amenazaban con despertar a todo el vecindario, unos nos retiramos y otros decidieron visitar el mítico N.A.
Sólo un pero a la noche: Lástima que el de la peluca rubia corriera tanto... todos lo miramos con deseo!
P.D: Me dejé dos aspectos clave: es cierto que me quedé corto en cuant0 al relato de consumo etílico y nicotílico (gracias Yosu), sólo seguía las normas del Ministerio de Sanidad y Consumo en cuanto a publicidad de este tipo de sustancias (de nada, Zapa). Y algo imperdonable: en un momento dado, un coro de recias voces masculinas entonó diversas melodías legionarias debido a que alguien nos engañó y la carne no era de cordero, sino de cabra. Esperemos que los aguerridos militares no nos persigan por habernos comido su mascota.
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1 comentario:
Candy, la historia es cierta... pero se queda corta de alcohol y de humo. En estado lamentable me consta que al día siguiente todos fuimos a trabajar, lo que dice mucho, pero que mucho, de todos nosotros. ¡A mí la Legión!
YOSU
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