Estampas “gracienques”

Todos sabéis que yo no soy precisamente una sílfide, y lejos de mí criticar a nadie por su peso yo su sobrepeso, pero el sábado viví una encuentro en la tercera fase en un local con reminiscencias brasileñas. Una chica bien entrada en carnes, con pinta de teutona, con un portamóvil rojigualda con el torito de Osborne colgando de su cuello y con pinta de haber acabado con toda la producción de ron de los emporios de Bacardi y de Havana Club, bailaba salvajemente salsa en medio de una pinta minúscula al lado de la reencarnación de Mr. T (el del equipo A), sin colgantes de oro. Él bailaba de puta madre... ella, no tanto, pero como que le daba igual.

Bob Marley lives!

En la minipista había otro ser reencarnado: Bob Marley, que movía salvajemente su cintura ante lo que parecía una cajera del Lidl o del Schlecker de algún barrio de Hamburgo. La música de Carlinhos Brown les provocaba especialmente a lucir su estilo de baile: y también lo hacían de forma notable.

Más german power

La tercera alemana de la pista seguro que es la envidia de las discotecas para treintones de Düsseldorf. Aprovechando un paquete de esos de 100 euros dos noches en Barcelona, Africa del Norte, este destacable ejemplar de la raza aria movia su body salvajemente ante el hermano gemelo de aquel boxeador de color que casi parte la cara a Rocky en no recuerdo que película de la serie. Lástima que no llevaba mi teléfono con cámara...

Macho, macho

Pero lo que más me excitó fue la gran pareja que hacía una chica con pinta de recién separada (made in Spain) bailando la gran melodía “Macho, macho” con la reencarnación de Mr. T. Estuve a punto de ponerme de rodillas delante de ellos para adorarles por esa estampa “kistch”, que permanecerá en mis pupilas durante lustros.