jueves, 18 de diciembre de 2008
Una mierda de musical
¿Quién dijo que la cultura catalana no daba que hablar? Gracias a “Què, el nou musical” ha llegado a las más altas cotas de indigencia intelectual posibles. Las grandes obras de la caspa ibérica, como “Los Bingueros” o “El fontanero, su mujer y otras cosas de meter” están más cerca de Ciudadano Kane que este presunto musical de cualquier espectáculo que esté en la cartelera de Londres o Nueva York.
Creo que esta “obra” es una gran mierda (por supuesto, puedo estar equivocado, aunque lo dudo), pero como es en catalán toca que nuestra querida sociedad le ría las gracias a sus autores. Eso sí, como a mí me encanta la subcultura y lo chungo, disfruté de lo lindo viendo lo endeble del argumento, lo penosos que eran los números musicales y la nones de las letras. Los chavales que están encima del escenario no lo hacen mal, pero con el material que les han dado no se puede conseguir milagros.
Miento. Un milagro si ha conseguido “Què”. Nuestras sociedad está tan idiotizada que centenares de espectadores pueden aplaudir un montaje que en Broadway no sólo no se estrenaría, sino que le pegarían de collejas a sus creadores, que además nunca podrían trabajar en otra cosa que no fuera la venta de perritos callejeros por las calles (como el gran Ignatius J. Reilly) o de portero de discoteca en el garito más chungo del barrio más degradado de Detroit.
“Què” nos ofrece un tópico detrás de otro, con una música patética y unas letras dignas de ser olvidadas: la chica atractiva ligera de cascos que se enamora, el pandillero cutre-chungo-racista que se hace amigo de un inmigrante ilegal, el inmigrante ilegal-salao que merece una segunda oportunidad, la chica con problemas e incomprendida que la acaba palmando... El numerito musical en el que el nene y la nena se dan cuenta en los urinarios que están enamorados es de nota.
No sé si intenta ser un “High School Musical” a la catalana con un toque “canalla” y “real” o un canto a la tontería de las administraciones que hayan subvencionado esta cosa. Tengo claro que algo así en castellano no habría durado ni cinco minutos en un teatro de Barcelona. Pero como es en catalán le han dado todo el bombo posible. Si no me creen, vayan a verlo. Pero busquen una entrada a bajo precio, aunque sea en el gallinero. Fliparán.
Creo que esta “obra” es una gran mierda (por supuesto, puedo estar equivocado, aunque lo dudo), pero como es en catalán toca que nuestra querida sociedad le ría las gracias a sus autores. Eso sí, como a mí me encanta la subcultura y lo chungo, disfruté de lo lindo viendo lo endeble del argumento, lo penosos que eran los números musicales y la nones de las letras. Los chavales que están encima del escenario no lo hacen mal, pero con el material que les han dado no se puede conseguir milagros.
Miento. Un milagro si ha conseguido “Què”. Nuestras sociedad está tan idiotizada que centenares de espectadores pueden aplaudir un montaje que en Broadway no sólo no se estrenaría, sino que le pegarían de collejas a sus creadores, que además nunca podrían trabajar en otra cosa que no fuera la venta de perritos callejeros por las calles (como el gran Ignatius J. Reilly) o de portero de discoteca en el garito más chungo del barrio más degradado de Detroit.
“Què” nos ofrece un tópico detrás de otro, con una música patética y unas letras dignas de ser olvidadas: la chica atractiva ligera de cascos que se enamora, el pandillero cutre-chungo-racista que se hace amigo de un inmigrante ilegal, el inmigrante ilegal-salao que merece una segunda oportunidad, la chica con problemas e incomprendida que la acaba palmando... El numerito musical en el que el nene y la nena se dan cuenta en los urinarios que están enamorados es de nota.
No sé si intenta ser un “High School Musical” a la catalana con un toque “canalla” y “real” o un canto a la tontería de las administraciones que hayan subvencionado esta cosa. Tengo claro que algo así en castellano no habría durado ni cinco minutos en un teatro de Barcelona. Pero como es en catalán le han dado todo el bombo posible. Si no me creen, vayan a verlo. Pero busquen una entrada a bajo precio, aunque sea en el gallinero. Fliparán.
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