viernes, 24 de marzo de 2006
Casa Leopoldo
Un buen amigo decidió malgastar sus fondos invitando a una pandilla de impresentables, gente de mal vivir, peor comer y más beber al mítico Casa Leopoldo. Pero tenía una buena excusa: es hombre de buen corazón, era su aniversario y, por alguna razón extraña, nos considera sus amigos, a pesar de ser él de mejor corazón y conocimiento que todos nosotros. Tras unos entrantes magníficos, y un vino de calidad, el pescado (“Dentón” y “San Bernardo”) iluminó nuestras almas y alegró nuestros corazones.
Las fotos
Mientras devorábamos, uno de los seres que formaban parte de la cutre-expedición a Casa Leopoldo, con la excusa de fotografiar a los participantes en la celebración, se dedicaba, zoom mediante, a conseguir imágenes de dos bellas mujeres situadas en la mesa de al lado. Lamentable. Penoso. Lo peor es que todos nosotros hubiéramos querido hacer lo mismo. Menos el anfitrión, claro, porque él sí tiene criterio.
Los regalos
Los regalos fueron más espirituales que materiales: poemas, loas a la amistad, un cutreminicapote adquirido en un bar de carretera de mala muerte en la carretera de Andalucía y una camisa, ésta sí, de calidad. Pero el obsequio más penoso fue el conocer la famosa “Operación Jaula”: ésta consiste en que un grupo de machos desesperados forma un semicírculo en la calle, como si estuvieran mirando unas fotos, y si alguna mujer despistada, llevada por la curiosidad, se acerca, entonces el macho más avezado intenta establecer una conversación. Por supuesto, los fracasos fueron continuos ya que sólo se acercó una extranjera acompañada de novio.
El brindis
La noche se remató en las tascas de la calle de la Mercè, haciendo el brindis legionario con la siempre reconfortante leche de pantera. La primera botella fue de “leche de pantera rosa”, un subproducto a medio camino entre el licor de chicle de fresa Bang-Bang (¿Os acordáis de su sabor?) y el yogur de amianto. La ingesta fue acompañada de grandes éxitos de ayer y hoy, como “La abeja maya” o “Clavelitos”. Sólo faltó el “Virolai”. Hasta el himno (alternativo) de la Salle fue entonado. La despedida se fraguó en un “happening” alternativo delante de una de las casas en las que el mítico Picasso vivió cuando estuvo en Barcelona. Ante la huella de un genio sólo podíamos decir lo que pensábamos del alcalde Clos y de su normativa cívica: todos en fila intentado mear, con un impresentable por árbol. Por desgracia, ya habíamos descargado minutos antes en un bar, y sólo fluyeron unas gotas. Pero ahí queda el gesto. Al homenajeado, del que omitiré su nombre para que no sea expulsado del país ¡Gracias por todo!
Las fotos
Mientras devorábamos, uno de los seres que formaban parte de la cutre-expedición a Casa Leopoldo, con la excusa de fotografiar a los participantes en la celebración, se dedicaba, zoom mediante, a conseguir imágenes de dos bellas mujeres situadas en la mesa de al lado. Lamentable. Penoso. Lo peor es que todos nosotros hubiéramos querido hacer lo mismo. Menos el anfitrión, claro, porque él sí tiene criterio.
Los regalos
Los regalos fueron más espirituales que materiales: poemas, loas a la amistad, un cutreminicapote adquirido en un bar de carretera de mala muerte en la carretera de Andalucía y una camisa, ésta sí, de calidad. Pero el obsequio más penoso fue el conocer la famosa “Operación Jaula”: ésta consiste en que un grupo de machos desesperados forma un semicírculo en la calle, como si estuvieran mirando unas fotos, y si alguna mujer despistada, llevada por la curiosidad, se acerca, entonces el macho más avezado intenta establecer una conversación. Por supuesto, los fracasos fueron continuos ya que sólo se acercó una extranjera acompañada de novio.
El brindis
La noche se remató en las tascas de la calle de la Mercè, haciendo el brindis legionario con la siempre reconfortante leche de pantera. La primera botella fue de “leche de pantera rosa”, un subproducto a medio camino entre el licor de chicle de fresa Bang-Bang (¿Os acordáis de su sabor?) y el yogur de amianto. La ingesta fue acompañada de grandes éxitos de ayer y hoy, como “La abeja maya” o “Clavelitos”. Sólo faltó el “Virolai”. Hasta el himno (alternativo) de la Salle fue entonado. La despedida se fraguó en un “happening” alternativo delante de una de las casas en las que el mítico Picasso vivió cuando estuvo en Barcelona. Ante la huella de un genio sólo podíamos decir lo que pensábamos del alcalde Clos y de su normativa cívica: todos en fila intentado mear, con un impresentable por árbol. Por desgracia, ya habíamos descargado minutos antes en un bar, y sólo fluyeron unas gotas. Pero ahí queda el gesto. Al homenajeado, del que omitiré su nombre para que no sea expulsado del país ¡Gracias por todo!
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2 comentarios:
Que bonito. Apología de la meada en la calle. Que contentos deben estar los vecinos cuando, al salir por al mañana, huelan el aire i digan: "Que suerte he tenido, don Sergio Fidalgo y su pandilla se han dignado a mear en la puerta de mi casa, perfumando con sus residuos de cerveza i leche de pantera, estas nuestras calles!!!"
Laia
COMPLETAMENTE DE ACUERDO!!
FIDALGO ERES UN SINVERGUENZA Y UN SERDO DEL EXTRARADIO.
A MEAR A TU PUEBLO.
AL FINAL OS VAMOS A TENER QUE COBRAR PEAJE PARA ENTRAR INTRAMUROS.
LO QUE SI SERIA BONITO ES MEAR DESDE LO ALTO DE TU BALCÓN Y VER LA PARABOLA QUE DESCRIBEN TUS ORINES CAYENDO EN BERBISCHE.
A LIMPIAR NUESTRAS CALLES CON LA LENGUA.
¡ FUERA PALETOS DE BARCELONA!
EL HOMBRE SIN SOFÁ
T'ESTIMO LAIA
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