miércoles, 10 de febrero de 2010
Norbert Gaspar
No es fácil pará mí hablar de la figura de Norbert Gaspar. Era un perico capaz de lo mejor y de lo peor, y digo "era" porque falleció el martes tras una larga enfermedad que poco a poco fue minando su inmensa capacidad de lucha. He conocido a pocos espanyolistas como él, capaz de generar tantos amores y odios. Se equivocó mucho a lo largo de su vida, y se dejó a mucha gente por el camino, pero tuvo los arrestos, junto a su inseparable Josep Sánchez, de hacer algo increíble: fundar, cuando el panorama informativo perico era casi un erial, un periódico cien por cien blanquiazul que todavía aguanta en los kioscos, el Blanc i Blau.
Les mentiría si dijera que era un amigo mío. Lo fue, y de los buenos, pero acabó como acaban las amistades profundas cuando se tuercen, mal, muy mal. Hacía tiempo que no quería saber nada de él, pero cuando me enteré de la noticia me entristecí, porque con él pasé centenares de horas hablando de un Espanyol mejor, más fuerte. Esas conversaciones en los bares, en la redacción o en su casa formaran siempre parte de mi patrimonio sentimental.
Decía que se cortaría su larga melena cuando el Espanyol ganara la Liga. Y lo decía en serio, no como una broma fácil para levantar la moral blanquiazul en momentos de crisis deportiva. Estaba convencido que este club crecería y haría cosas importantes. Y no vamos mal, desde que nació el Blanc i Blau hemos duplicado el número de socios y los pericos ya no se esconden en el armario. En la recuperación de nuestro orgullo, que tanto bien nos ha hecho, tiene mucho que ver el ejemplo de gente como Norbert, obstinados y cabezotas, pero dispuestos a luchar por una causa hasta el final. En su juventud creía en un mundo mejor, y cambió la utopía política por la futbolística.
No voy a hacerle ahora la pelota, porque sería un insulto a la memoria de alguien que amaba u odiaba, pero intensamente, sin medias tintas. Me dio una oportunidad de oro, el comenzar a escribir sobre el sentimiento perico. Me despediré de él con su saludo preferido: ¡Salud y Espanyol!
Les mentiría si dijera que era un amigo mío. Lo fue, y de los buenos, pero acabó como acaban las amistades profundas cuando se tuercen, mal, muy mal. Hacía tiempo que no quería saber nada de él, pero cuando me enteré de la noticia me entristecí, porque con él pasé centenares de horas hablando de un Espanyol mejor, más fuerte. Esas conversaciones en los bares, en la redacción o en su casa formaran siempre parte de mi patrimonio sentimental.
Decía que se cortaría su larga melena cuando el Espanyol ganara la Liga. Y lo decía en serio, no como una broma fácil para levantar la moral blanquiazul en momentos de crisis deportiva. Estaba convencido que este club crecería y haría cosas importantes. Y no vamos mal, desde que nació el Blanc i Blau hemos duplicado el número de socios y los pericos ya no se esconden en el armario. En la recuperación de nuestro orgullo, que tanto bien nos ha hecho, tiene mucho que ver el ejemplo de gente como Norbert, obstinados y cabezotas, pero dispuestos a luchar por una causa hasta el final. En su juventud creía en un mundo mejor, y cambió la utopía política por la futbolística.
No voy a hacerle ahora la pelota, porque sería un insulto a la memoria de alguien que amaba u odiaba, pero intensamente, sin medias tintas. Me dio una oportunidad de oro, el comenzar a escribir sobre el sentimiento perico. Me despediré de él con su saludo preferido: ¡Salud y Espanyol!
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