jueves, 14 de agosto de 2008
El placer de viajar con una banda de listos
Hay comportamientos de las compañías aéreas low-cost que rozan la estafa. Una de las que operan desde el aeropuerto de Girona, Ryanair, es experta en estas lides. Tuvimos un problema con nuestros billetes, intentamos llamar al servicio de atención al cliente, que eran dos números de teléfono de esos de un mogollón de céntimos por minuto y en uno te saltaba el contestador con un mensaje y a continuación se cortaba; y en el otro te saltaba el contestador, te daba señal, te decían lo de “nuestros operadores están ocupados, espere por favor” y a los dos minutos y pico también se cortaba. Luego nos cobraron por no haber impreso la tarjeta de embarque en casa, opción que te avisaban que sería facturada aparte en la “letra pequeña”. Vamos, o te leías hasta la última letra o te podías encontrar con muchas sorpresas.
Lo más gracioso fue que cuando nos quejamos al empleado que facturaba, nos dijo que “ya sabéis como funcionan las compañías de bajo coste, sacan dinero de cualquier sitio”, como si la cosa no fuera con él. No fuimos los únicos que “disfrutamos” de este tipo de prácticas en mi vuelo, una docena larga de pasajeros también “picaron”. Por supuesto, los mostradores que abrieron para facturar eran los mínimos posibles, y la cola era estratosférica. Te cobraban hasta por tener “prioridad” a la hora de escoger asiento. Lo más curioso es que casi pagamos más por las tasas que por el billete, y la tarifa no era de esas simbólicas de veinte euros por trayecto o similar. Eso sí, el avión salió puntual tanto en la ida, como en la vuelta.
Lo más gracioso fue que cuando nos quejamos al empleado que facturaba, nos dijo que “ya sabéis como funcionan las compañías de bajo coste, sacan dinero de cualquier sitio”, como si la cosa no fuera con él. No fuimos los únicos que “disfrutamos” de este tipo de prácticas en mi vuelo, una docena larga de pasajeros también “picaron”. Por supuesto, los mostradores que abrieron para facturar eran los mínimos posibles, y la cola era estratosférica. Te cobraban hasta por tener “prioridad” a la hora de escoger asiento. Lo más curioso es que casi pagamos más por las tasas que por el billete, y la tarifa no era de esas simbólicas de veinte euros por trayecto o similar. Eso sí, el avión salió puntual tanto en la ida, como en la vuelta.
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