sábado, 19 de febrero de 2005

Blackadder

Hoy he disfrutado de dos grandes capítulos de Blackadder, de la cuarta temporada de la serie, la que se desarrolla durante la Primera Guerra Mundial. A pesar que me pierdo la mitad de los diálogos, porque uno es tan chulo que la ve en versión original sin subtitular, me quedo alucinado de lo buena que es. Y me sigo preguntando porque en este estado megaautonómico y plurinacional no se hacen cosas así. Porque por mucho que se la elogie, Siete vidas no le llega ni a una boñiga pegada a la suela de las botas del capitán Blackadder.

A seguir la corriente

Es bonito seguir la moda: ahora que está de actualidad el tema del racismo en los estadios, todos a apuntarse para salir en la foto. Se ve que nunca ha habido xenofobia en este país, y de repente los colectivos más dispares se han despertado. Ahora toca cargar contra los cuatro seres sin neuronas que dicen “uh uh uh” en los estadios, pero sin mucho más allá, que los inmigrantes que las pasan canutas sigan igual, con la poli pidiendo papeles y sigan explotados por cuatro perras. Espero que todos estos que hacen manifiestos solidarios se acuerden de aquí a quince días de la causa que dicen defender y se “mojen” por los inmigrantes. ¿Lo harán?

Más poesía lamentable

Os voy a castigar con otro poema terrible. Qué no se diga que no os quiero:

Flujo rojo

Todo es rosa
Un día perfecto
¿A qué
huele el amor?

Cállate guarra
No llevas tampax
y has chorreado
mi cara moqueta

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