martes, 8 de febrero de 2005

Madriz, Madriz, Madriz...

He vuelto de mi periplo madrileño más castizo que el Pichi, y con más chulería encima que gomina usa Zaplana en su encantador peinado. La capital del Imperio, cómo si del Carmelo se tratara, está lleno de agujeros por todas partes. Se ve que cada vez hay más cuñados contratistas de obras a los que alimentar, y aquello da más grima que otra cosa. Disfrutar de atascos en la M-30 a la una y media de la madrugada es una sensación interesante.

Vayamos a lo que importa

El cocidito madrileño: magnífico. Vayan a Casa Carola (Padilla, 54, metro Lista) y no pidan otra cosa. De primero, la sopita, de segundo, las legumbres y la carne, y el postre, cuanto más dulce, mejor. Les garantizo que allí lo hacen bien. Y uno es muy caprichosa para temas relacionados con las legumbres.

Casualidades de la vida

Me encontré por casualidad en Madriz a un viejo amigo y a su encantadora hermana (creo que me dará una ostia cuando lea esto por el calificativo empleado) residentes en el área metropolitana barcelonesa. ¿Dónde? ¿En el Prado? ¿En el Thyssen? ¿En la Almudena? ¿En la fiesta del embajador, entre Ferrero Rocheres? Noooooooooo... fue en Casa Labra, entre croquetas de bacalao y soldaditos de pavía. Dios los cría, y ellos se juntan...

Dieta de croquetas

Por cierto, las croquetas de Casa Labra fueron las únicas que disfruté en la capital. Prometo en un futuro viaje perseverar y conseguir nuevas direcciones para ustedes. ¿El partido contra el Real Madrid? ¿Qué partido? ¿Qué es el Real Madrid?

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