domingo, 8 de abril de 2007
Bares de verdad
No soporto que los bares “de verdad”, los de palillo, tapas y mantel de hule a cuadros, sean diezmados por una nueva plaga de restaurantes de diseño en los que sirven tapas que son muy bonitas, pero que tienen unos precios astronómicos. Las nuevas neo-tabernas están acabando con el local dónde la señora María ofrecía unas gigantescas raciones de patatas bravas, con salsa desbordante. Esto no se lleva, porque queda “cutre” y lo que es “cool” es que te den un mini plato con tres mini-piezas de colores diversos, y que te dejan con más hambre que antes.
A mí, un bar en el que el bocadillo que me sirva no tenga el pan crujiente, y no sea de un tamaño mínimo de palmo y medio no me merece ningún respeto. Ni “pulgas” ni “canapés”, estoy en contra que el centro de Barcelona se quede sin establecimientos de los de “toda la vida”, aquellos en los que puedes pedir tranquilamente un bocata sabiendo que no te vas a quedar canino. Un local que se gaste más en decoración que en la materia prima que sirven merece mi desprecio, y si tuviéramos un mínimo de dignidad, nadie lo pisaría.
A mí, un bar en el que el bocadillo que me sirva no tenga el pan crujiente, y no sea de un tamaño mínimo de palmo y medio no me merece ningún respeto. Ni “pulgas” ni “canapés”, estoy en contra que el centro de Barcelona se quede sin establecimientos de los de “toda la vida”, aquellos en los que puedes pedir tranquilamente un bocata sabiendo que no te vas a quedar canino. Un local que se gaste más en decoración que en la materia prima que sirven merece mi desprecio, y si tuviéramos un mínimo de dignidad, nadie lo pisaría.
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